2.10.07

De música no-ligera, viajes y pistachos

Recostada en un sillón en el único bar rocker de Selinia Beach, pienso:
-Nunca antes me puse en pedo en un boliche.

Y pienso en castellano.

Hace días que no hablo castellano. Todo mi inglés acumulado se expande y domina ese milagro intrínseco que suponen las relaciones interpersonales.

Arrancar con los discos de vinilo de María Elena Walsh, Gabi Fofó y Miliki, como todo niño en edad de jardín que se precie, y rodeada del Serrat de mamá y el Julio Sosa de papá, para recalar en Roxette en el ’91. Ir a verlos a Vélez en el ’92 –eso quiere decir a los 12 años- y preferir que ése sea mi primer concierto, antes que el de Vilma Palma en el bosque, con motivo de los festejos del día de la primavera.

Es difícil, dificilísimo hablar griego. No lo hablo y aún así me comunico. Nada de maravillas globales, nada de culturas híbridas y poderes oblicuos: si querés entender, entendés. Y si te quieren entender –ahí está el punto-, te entienden. Y más allá de los idiomas, Lynx entiende como si me conociera desde el jardín de infantes.

Seguir con la –ahora catalogada- porquería sueca para iniciar el buen camino en el ’96. Cuarto años del secundario, con la rebelión adolescente en estado puro, y escuchar la odisea feminisita que es “Jagged Little Pill” de Alanis Morissete, “Circus” de Lenny Kravitz y el apogeo del brit pop que fue “(What’s the story) Morning Glory” de Oasis .Ver “Pulp Fiction” y que tanto la historia no lineal como la banda de sonido me vuelen la cabeza. Grabar en cassette, para el walkman, todo lo que llegara a mis manos y estuviera lo más alejado posible del latinerío reinante.

Panos no puede creer que estoy semidormida, con los ojos como puñalada de tarro, en un sillón con vista al mar. Y como vengo pensando en castellano, sin querer, así, tomada como estoy, le digo en perfecto argentino que hacía tiempo que no estaba tan pero tan relajada. Ahí
nomás, sin traducciones, me regala otro Baileys y otro bol de pistachos.

En el ’98, ´primer año de la facultad –la UNICA alternativa fue siempre Periodismo-, la cosa se pone masiva. Un breve pero intenso período Stone, eliminando de cuajo la posibilidad Beatle. Adentrar en los caminos del trip hop, del brit pop y del todos los sibgéneros que ahora recomendaba esa admirable publicación que es -¿era?- Roling Stone en su versión argenta. Hasta que llegaron, junto a gente por conocer, futuros amigos y compañeros de estudio, Pearl Jam, Radiohead, Leonard Cohen, Nirvana... Y con ellos el desbande.
En grande.
Había nacido El Mostro.

Lynx y Yorgos, acodados en la barra, me miran y se ríen. Ella sabe, por todos esos años de mails, cartas y llamadas telefónicas, que no soy de tomar, pero también sabe que estoy en otro plano de existencia, que son las vacaciones de mi vida y no estoy dispuesta a resignar un solo momento disfrutable. Me revolea con un pistacho que me pega entre los dos ojos, como para que me despabile -y sí, me despabila- se me acerca y al oído me dice:
- Hay un pibe del otro lado que te está mirando.

Con las prácticas de radio, tener la posibilidad de pasar la música que yo quería sin tener que dar explicaciones. Dar a conocer a Muse, She Wants Revenge, Rialto, Elliott Smith, Manic Street Preachers, Jeff Buckley; un pequeño twist hacia los años dorados y deconstruir a Bowie, a Zeppelin, a Billie Holiday, a los Beatles. Mirar al pasado inmediato y buscar alguna pseudo-explicación para el suicidio de Cobain,, la clave del éxito indie de los Pixies y Pavement, o la maravilla multifacética que es la voz de Mike Patton.

No le doy bola al pibe que mira del otro lado del boliche. No sé realmente si me está mirando o está con los ojos perdidos en el horizonte marítimo. No me interesa, no vine a eso. Lynx lo sabe, pero también sabe que mi autoestima necesita ser constantemente masajeada.

Lynx, sí, la chica que conocí por un foro de internet dedicado a Jeff Buckley en el ’99, con quien nos adoptamos mutuamente como hermanas. O como la conocen todos: mi amiga de Grecia.


Tender-a-la-megalomanía-musical.


Esto es una sentencia.


Explicar que todo mi mundo depende de lo que uno escucha o no. Una persona que no es precisa al momento de definir y enumerar qué música le gusta, difícilmente tenga en claro lo que quiere de la vida. Tal cual como el tema de Blur: Music is my radar.

Y con Lynx, tenemos esa conexión astral que va más allá de tiempo y espacio. Teníamos todo designado en nuestras vidas para no conocernos, todo atentaba en nuestra contra. Pero se dio el click, esa chispa que uno siente pocas veces para con otras personas, y acá estoy, en Grecia, durante todo el mes de julio de 2006.

Años de ahorrar, planificar y soñar con el viaje para verla, para estar con ella, abrazarla y hacer todas esas cosas que en algún momento alucinamos. Ir a recitales, mirar películas, comer manzanas acarameladas en la plaza frente a la Acrópolis... Compartir momentos de esos que comparten los amigos sin razón aparente, sólo disfrutando de la compañía del otro.

En mi mundo, es una par como no hay otra igual. Es una alma gemela que comprende, pone en perspectiva, reta o felicita según haga falta. Siempre está, aún a la distancia, sin más explicaciones.

Ahora mismo, escuchar el segundo disco de Muse, “Origin of Symmetry”, ese que Lynx me mandara como regalo de cumpleaños en el año 2002, junto con el Sinfónico de Metallica... Ya sé que sonará como un tema de Abba, trillado y falto de originalidad, pero creo que nunca terminaré de agradecerle a la música por haberla puesto en mi camino.


1 comentario:

Sebastián dijo...

Interesante experimento, Lady. Me gusta esta prosa reflexiva, elaborada, que supera el musing breve y más propiamente bloguerístico.

Ah, gracias por la inclusión ahí en la sidebar, ¡se me pianta un lagrimón! :)